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Coronavirus del miedo la esperanza por william ospina articulo 909303



A ENFRENTAR ESTE GRAN RETO COMO ESPECIE
Coronavirus: del miedo a la esperanza, por William Ospina
Salud
14 Mar 2020 - 9:00 PM
William Ospina / especial para El Espectador


Un poeta, ensayista y novelista colombiano y su mirada de las señales que manda a la humanidad la crisis por el coronavirus. Llama a compartir la curiosidad, el miedo y la fragilidad, y también invita a utilizar este tiempo para meditar y crear.


Parecen cosas que solo ocurren en los cuentos. Tener que quedarse forzosamente en casa, volver a alternar con los hijos, trabajar a distancia, consumir apenas lo indispensable, tratar de tener reservas de las cosas más básicas, querer respirar aire puro, esquivar las aglomeraciones, temer los contactos. Que de pronto se cierren las escuelas, se clausure el comercio, se cancelen los espectáculos, se paralicen las fábricas. Que de un momento a otro las economías se hundan, las monedas colapsen, los transportes se interrumpan, ¿qué nos dice la Tierra con todo esto?


Cuando se presentó la última gran pandemia, la de la gripe española de 1918, no se le experimentó de la misma manera. Era un hecho planetario, pero había que vivirla como un hecho local en todas partes. Ahora, por primera vez, sentimos que nos está ocurriendo lo mismo en el planeta entero. Esta sociedad ultrainformada y ultraglobalizada nos está brindando esa experiencia nueva de compartir la curiosidad, el miedo y la fragilidad de toda la humanidad, nos está haciendo comportar como especie. (Entérese de las últimas noticias de la pandemia).

Es extraño sentir por primera vez (porque antes fue distinto, y lo vivieron otros) que el tejido de la civilización se conmueve y parece vacilar. Casi nos alcanza el recuerdo de esos viejos oráculos que descifraban señales en el vuelo de las aves, mensajes en los hechos de la naturaleza y en las tragedias de la historia. Ya nada parece azaroso, ni siquiera las formas de las nubes, y al fin se nos revela cuán conectados estamos, de qué manera asombrosa está entretejido este mundo. Entonces cada uno de nosotros se pregunta cuál es el mensaje.

¿Que somos muchos ya? ¿Que devorar animales es dañino? ¿Que la mayor parte de los afanes del mundo son vanos? ¿Que la lentitud y la soledad son preferibles? ¿Que las ciudades, más allá de ciertos límites civilizados, son un error y una trampa? ¿Que el modelo económico en que vivimos no solo es desigual e injusto, sino absurdo y asombrosamente frágil? ¿Que las corporaciones pueden derrumbarse con la misma facilidad que los seres humanos? ¿Que lo que llamamos el poder es una brizna de hierba al viento de la historia? ¿Que así como Ricardo al final estaba dispuesto a cambiar su reino por un caballo, hay un momento en que cambiaríamos todas nuestras riquezas por un poco de aire puro en los pulmones, por un sorbo de agua en la garganta?


Todo viene a recordarnos que podemos vivir sin aviones, pero no sin oxígeno. Que los que más trabajan por la vida y por el mundo no son los gobiernos, sino los árboles. Que la felicidad es la salud, como quería Schopenhauer. Que, como dijo un latino, la religión no es arrodillarse, rezar y suplicar, sino mirarlo todo con un alma tranquila. Que si los humanos trabajamos día y noche por enrarecer la vida, por intoxicar el aire, por arrinconar al resto de los vivientes, por alterar los ritmos de la naturaleza, por destruir su equilibrio, el mundo tiene un saber más antiguo, un sistema de climas que se complementan, de vientos que arrasan, de catástrofes compensatorias, de silencios forzosos, de quietudes obligatorias, ejércitos invisibles que trazan líneas rojas, neutralizan los daños, controlan los excesos, imponen la moderación y equilibran la tierra.

Después de siglos de atesorar nuestro conocimiento, de valorar nuestro talento, de venerar nuestra audacia, de adorar nuestra fuerza, llega la hora en que también nos toca ponderar nuestra fragilidad, estimar nuestro asombro, respetar nuestro miedo.

También hay algo poético en el miedo: nos enseña los límites de la fuerza, el alcance de la audacia, el valor verdadero de nuestros méritos. Como el mar, sabe decirnos dónde hay algo que nos supera. Como la gravedad, nos muestra qué poderes están sobre nosotros. Como la muerte y como el cuerpo mismo, nos dice qué mandatos no podemos violar, qué no está permitido, qué frontera es sagrada. Y no lo hace con admoniciones ni discursos ni amenazas, sino con un lenguaje sin palabras, eficiente y sutil como un oráculo, que obra “sin lástima y sin ira”, como dijo un poeta, y que es luminoso e inflexible, como una llama.


Pero si el miedo es una reacción ante las amenazas del mundo, la angustia es una reacción ante las amenazas de la mente y de la imaginación. Hace evidente el misterio del mundo, aviva la memoria y sus fantasmas, revela la eficacia de lo invisible, el poder de lo desconocido.

Dicen que lo que no nos destruye nos hace más fuertes. Esa inminencia del desastre pone también un toque de magia aciaga en lo que parecía controlado, un sabor de alucinación en los días, suelta una ráfaga de locura sobre todo lo establecido, un destello de Dios en la prosa del mundo.

Y sentimos que hay algo que aprender de estas alarmas y peligros. Si todo lo más firme se conmociona, nos enseñan que todo puede cambiar, y no necesariamente para mal. Que si la tormenta lo estremece todo, nosotros también podemos ser la tormenta. Y que en el corazón de las tormentas también puede haber, como decía Chesterton, no una furia, sino un sentimiento y una idea.

En esa pausa de paciencia y de miedo ganan nuevo sentido las meditaciones de Hamlet y los delirios de don Quijote, los consejos de Cristo y las preguntas de Sócrates, los sueños de Scheherezada y la embriaguez de Omar Kayam. Si hay un mundo cansado y enfermo que cruje y se derrumba, tiene que haber un mundo nuevo que se gesta y que nos desafía.

Queremos de pronto decir como Barba Jacob: “¡Dadme vino y llenemos de gritos las montañas!”. Queremos decir, como Nietzsche: “Y que todos los días en que no hayamos danzado por lo menos una vez se pierdan para nosotros, y que nos parezca falsa toda verdad que no traiga consigo cuando menos una alegría”.

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Ver en la Oscuridad
por Daniel Jacob

 

 

¿Qué conforma una sombra? Físicamente, parecería ser alguna MASA SÓLIDA que se interpone entre una fuente de luz y alguna superficie sobre la que brilla esa misma luz. De ser así, entonces sería la DENSIDAD de esa masa sólida la que determina el nivel (o quizá el grado) de sombra que aparece allí.

 

La LUZ, que es atención consciente, se desplaza por nuestra realidad física buscando una persona, objeto o situación donde enfocarse. Si no se presenta nada, la escena aparece CLARA en la mente del observador, y él sigue buscando algo más.

 

A esta altura, esa frase “algo más” parece muy importante. En la mayoría de los entornos, tendemos a enfocarnos en lo que consideramos DIFERENTE o AJENO. En otras palabras, en lo que es “algo distinto” de lo que consideramos NORMAL. .

 

En esta época, bailar con la Sombra es un arte. El Observador o está buscando cosas que le encantan y le faltan (La Sombra Dorada), o está luchando contra esas cosas que niega en sí mismo y resistiéndose a ellas (Sombras Oscuras). Al mantener el Show de TV con el mismo nombre, esos bailes muchas veces son con VAMPIROS que nos drenan nuestras vidas y nuestra atención lejos de un mayor AUTOCONOCIMIENTO y una mayor realización. Es decir, nos drenan hasta que hacemos nuestro Trabajo con la Sombra. Hecho efectivamente, este procedimiento nos permite VER EN LA OSCURIDAD. 

 

TIPOS DE SOMBRAS

 

¿Cuáles son los distintos tipos de Sombras?

1. SOMBRA DORADA, vista en varias densidades. COSAS QUE BUSCAMOS Y QUE CREEMOS QUE NO SOMOS.

A. Ideales

B. Mentores

C. Amantes

D. Héroes

E. Dioses y Diosas

F. Etc., etc.

2. SOMBRA OSCURA, vista en varias densidades. COSAS CONTRA LAS QUE LUCHAMOS, NOS RESISTIMOS Y CREEMOS QUE NO SOMOS

A. Personas que nos sacan de quicio

B. Personas a las que tememos

C. Enemigos

D. Competidores

E. Demonios y Diablos

F. Amantes

G. Etc.

Por supuesto, hay infinitas variantes. Y, como siempre, todo está en el ojo del observador. Y cuando menciono tipos de Sombras, estoy hablando de ideas o imágenes que, hasta cierto punto, ya llegaron a la atención consciente de la persona. En esta charla en particular, nos apartamos de la definición de “oscuro” como simplemente algo que no se ve. A los propósitos de esta charla, el término será utilizado para describir algo que NO ES RECONOCIDO o ACEPTADO. (Hmmm... otra polarización más para los términos oscuridad/luz, ¿no?)

NIVELES DE SOMBRA

1. MATIZ; el “aroma del vino”, la más leve sugestión de la presencia que baila en la pared, justo fuera de la periferia de mi vista. Ese es el reino de lo innombrable, de los miedos sin rostro. También, de la fe en lo invisible (que hemos proyectado en algún Dios u otro Poder Superior).

 

2. ESENCIA: el vino mismo, mientras parece burbujear en el vaso. PARECE que está ahí, pero no lo experimenté excepto con la imaginación. Este nivel de PROYECCIÓN es donde generalmente entran la negación y la disociación. Sé que las cuestiones están ahí, e incluso SOSPECHO que puedo haberlos estado creando, pero elijo no prestarles atención. Una práctica común a esa altura se llama “Silbar en la Oscuridad.” Un lindo pasatiempo. Hogar de EGIPCIOS DE PENSAMIENTO POSITIVO que viven NEGANDO (*) Norman Vincent Peale Ben Hotep. Ellos usan las palabras “Me está yendo bastante BIEN” un montón.

 

3. SUSTANCIA: La Sombra real, la verdadera cuestión que baila en la pared. Generalmente, la “pared” sería nuestra realidad física.

 

Esta Sombra es la parte de Peter Pan que estaba perdida. Al haber sido cauterizado por el dolor de ser abandonado por sus padres, él simplemente SE BORRÓ la percepción de ese nivel del ser de sus sentidos. En cierto sentido, los NIÑOS PERDIDOS eran simplemente fragmentos del alma de ese mismo, único NIÑO PERDIDO. La decisión de OLVIDAR (protegiéndose del dolor y la tristeza) lo mantuvo en la etapa de la Esencia, donde viven la mayoría de los Arquetipos y Leyendas (cerca de una ventana abierta) hasta que tomó la decisión de entrar y quedarse adentro al darle un BESO VERDADERO a la Nieta de Wendy (al menos, así es como lo describe la película “Hook”). Entonces, él SE VOLVIÓ REAL, tomó SUSTANCIA. 

 

Se dice que los vampiros tienen forma (esencia), pero no sustancia. No dejan su reflejo en el espejo. En mí, el aspecto del vampiro NIEGA ver su reflejo en los espejos de situaciones o personas en particular. En lugar de procesarme e integrarme como ellos, simplemente quiero MANTENERME FUERA, justo fuera de la emoción de la escena en especial, y alimentarme de la energía y foco de atención. ¡En realidad, ME ENCANTA mi LeStat interno! Atesoro mi antiguo ARMAND.

 

Cuando llega el momento de que la Sombra tome sustancia, puede ser comprendida, aceptada e integrada. A esa altura, deja de ser Sombra y es recibida como parte del Sí Mismo fisico. O, si no lo es, puede ser negada y convertida en un ENEMIGO, o demonizada como MALIGNA. También, como en el caso de un Ideal Dorado, puede ser venerada y seguida como la Segunda Venida de Cristo. Todos los niveles de la Sombra, vistos de forma bastante similar a las variadas densidades de vapor, agua y hielo, constituyen magníficos bailes en los Mundos tanto del Espíritu como de la Forma. Uno no es mejor ni peor que el otro. Sencillamente, todos son distintos.